lunes, 15 de agosto de 2011

CORRES COMO UN GALGO.


Hola atalandango.
Estoy de vacaciones, solo, en una isla a cientos de kilómetros de casa, y de repente me he acordado de lo mucho que llevo sin escribirte unas líneas. Perdóname cariño, para algunas cosas soy un desastre, y para otras también.
Pero no voy a ponerme ahora en plan víctima, que no. Que solo me apetecía hablar un ratito contigo y eso voy a hacer.
Esta semana pasada ha estado la abuela Paqui en tu casa, con vosotros. Ha ido para despejar un poco la mente por todo lo que ha pasado de algún tiempo atrás aquí, aunque por lo que dice tu madre, ha vuelto agotada físicamente. Sí, ha vuelto agotada porque ya no eres el bebé que comía, hacía caca y miraba atento a su alrededor… no. Eres, no sé si bebé sería el término correcto, pero un verdadero terremoto físico. No puedes dejar de correr, de ir de aquí para allá, de saltar, de hablar; los adultos nos asombramos de la capacidad que tienes para aguantar horas así y nos cansamos solo de pensar en ello (será que nosotros vamos todos para viejos). Cuando estás enfermo no te mueves apenas, por lo que se nota todavía mucho más que lo estás y crece la preocupación sobre lo que pueda pasarte (no le des vueltas, estos dramatismos también son cosa de mayores, y es que, al fin y al cabo, y a pesar de tu verborrea no entendemos nada de tus charlotadas y no sabemos lo que te pasa).
Hace poco estuvimos la abuela y yo pasando un día en la playa con vosotros, y comprobamos cómo te encanta pegar manotazos al agua y rebozarte por la arena como si fueras una croqueta. Los manotazos aclararé que los das al agua dentro de un cubo, porque el mar todavía te asusta un poco.
Sabemos, porque nos lo cuenta tu madre, que te encanta comer, y comes de todo. Has olvidado ya los purés y te vas directo a las lentejas, a la tortilla de patatas (que te encanta, casualmente como a mí), al pescado, a las pencas rellenas… da lo mismo, eres un tragoncete y da gusto verte comer.
También te encantan las motos. A mí no deja de sorprenderme, porque eso pasa desde hace bastante tiempo y no es algo que te hayan inculcado tus aitas. De hecho, ellos no tienen ninguna. Por casa andas con la moto correpasillos que tienes, aunque del casco que venía con ella no quieres ni oír hablar. De esto hablaremos largo y tendido en un futuro, porque es muy importante para evitar tragedias.
Y nada más txikitín. A ver si en breve vuelvo a escribir y no pasa otro año entero, que de año en año uno no se entera de lo que pasa en el mundo, ni en su casa.
Te quiero atalandango. Hasta pronto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Eneko también te escucha.